CREACIÓN DEL BANCO NACIONAL DOMINICANO EN 1886
La Historia:
Creación del Banco Nacional Dominicano en 1886
El 2 de enero de 1886 se inician las transacciones para la creación del Banco Nacional Dominicano.
Cuando Cesáreo Guillermo se sublevó en Azua en 1885, Eugenio Generoso de Marchena acompañó a Heureaux en la expedición que partió de la capital, quedando como gobernador de aquella provincia.
Durante su segundo gobierno, Heureaux, necesitado de dinero para atender los gastos de su extensa clientela política, lo mandó a Europa a concertar un empréstito.
Al regresar al país en 1890, asumió las funciones de inspector del Banco Nacional, el cual había fundado el año anterior y, desde ese cargo, se dedicó a hacer realidad su aspiración de alcanzar la presidencia de la República. Contaba con el anuncio de Heureaux de que no pensaba presentar su candidatura a las nuevas elecciones de 1892, cuando lo cierto era que lo había manifestado con la intención de saber quiénes serían los postulantes.
El ex Ministro de Hacienda Eugenio Generoso de Marchena, nombrado por Lilís con el título de Agente Fiscal del Gobierno Dominicano, inicia las gestiones para la instalación de un Banco Nacional en Santo Domingo, con el fin de negociar uno o más préstamos en Europa, lo que desencadenaría inicialmente en el Empréstito Westendorp y la Ámsterdam y Cia por 770,000 libras esterlinas.
En el transcurso de las negociaciones, Marchena, conservando una posición prominente dentro de la institución crediticia, traspasó la concesión a una Sociedad Anónima Francesa, la cual organizó y operó.
«El Banco Nacional tenía facultades para acuñar monedas metálicas, emitir billetes al portador y asumir el servicio de la deuda, y desde los primeros momentos de su organización, fue una de las fuentes de crédito personal y oficial con que contó el general Heureaux, siempre acuciado por la necesidad de dinero para el sostenimiento de la vasta red que integraba su servicio de información secreta, tanto como las innúmeras dádivas y los frecuentes sobornos que empleaba para mantener todo el poder en sus manos»
Texto: Ramón Marrero Aristy, La República Dominicana, 1958