El Covid-19, trescientos sesenta y cinco días después
Por :Elena Peralta.
Si enfocamos la lupa en el tema del retroceso general y colectivo mundial que ha causado el Covid-19, podemos afirmar que el mundo se encuentra acorralado por una crisis que podría convertirse en pobreza extrema, como consecuencias de las devastaciones económicas por la pandemia, según el Foro Económico Mundial (FEM).
Importantes naciones que conforman las quince economías con mayor producto interno bruto con proyección 2019-2025, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), y entre las cuales se encuentran EE.UU., China, Japón, Alemania, India, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Corea, Rusia, Brasil, España, Australia e Indonesia, viven la incertidumbre de hasta dónde podrían resistir sus presupuestos fiscales con la extensión de una pandemia que lleva todo un año.
Con gran preocupación se ha visto el desmoronamiento de los mercados europeos, como compradores y proveedores de bienes, los cuales han caído en más de un 10%.
Más de 400 millones de empleos, de acuerdo a cifras oficiales, se han perdido a nivel mundial. De esta cifra, 150 millones corresponden a países en vía de desarrollo, en el cual se ubica la República Dominicana.
Las economías que dependen de las importaciones como nuestro país enfrentan dificultades adicionales debido a que las depreciaciones monetarias han elevado el costo de los alimentos y otras importaciones esenciales. La elevación de los precios de la canasta básica, llevan a la desmoralización de los más vulnerables.
Lo más penoso que nos deja el Covid-19, es que echa por tierra muchos años de avance como países en vías de desarrollo, y donde un retroceso considerable en materia económica y alimentaria originaría grandes desigualdades; Incluyendo factores como la nutrición materna e infantil, cuyo aumento comprometería el crecimiento de los niños afectados, por ende, el capital humano y la productividad económica futura.
Para evitar la propagación del virus, se ha asumido desde un inicio el cierre de fronteras; tratar de salvar las firmas con mayor solvencia, con el fin de detener el despido masivo de trabajadores, el paro de las inversiones y la factibilidad de los programas para préstamos.
Pero en esta adversidad, tanto los grandes países como los pequeños, aunque se rigen por su propio libro, debido a que presentan realidades diferentes, tienen en común, un trance crítico, que los obliga a afianzarse en políticas y métodos de recuperación y fortalecimiento de sus economías.
De ahí que los gobiernos y la sociedad, como primer síntoma, se han visto obligados a reorganizarse. Y lo están consiguiendo.
Cómo segundo signo se observa una recuperación de los sistemas de salud -cuya orfandad fue delatada por el avance acelerado del patógeno-, y la toma de conciencia en conseguir un equilibrio de especialidades, en la carrera de medicina. La irrupción del patógeno reveló un déficit de internistas neumólogos.
Pero en esta adversidad, tanto los grandes países como los pequeños, aunque se rigen por su propio libro, debido a que presentan realidades diferentes, tienen en común, un trance crítico, que los obliga a afianzarse en políticas y métodos de recuperación y fortalecimiento de sus economías.
De ahí que los gobiernos y la sociedad, como primer síntoma, se han visto obligados a reorganizarse. Y lo están consiguiendo.
Cómo segundo signo se observa una recuperación de los sistemas de salud -cuya orfandad fue delatada por el avance acelerado del patógeno-, y la toma de conciencia en conseguir un equilibrio de especialidades, en la carrera de medicina. La irrupción del patógeno reveló un déficit de internistas neumólogos.
Otro rasgo, son las facilidades y apoyo a las pequeñas y medianas empresas con el fin de paliar el desempleo y crear a corto plazo mayor fuentes de ingresos, dando respuesta a la demanda económica, lo antes posible, para lograr un crecimiento y una prosperidad sostenibles.
Pero para ello se necesita tiempo, una especie de compás de espera que permita repensar la situación con cierta calma y en ello, la vacuna juega el papel decisivo, puesto que garantiza un período de respiro, mientras se ejecuten las soluciones que, aun siendo emergentes, controlen la situación.
Por otro lado el planeta ha sido el más favorecido, puesto que el confinamiento de las personas ha disminuido el abuso y la falta de sensibilidad hacia la conservación del medio ambiente, dada la actitud irresponsable e indolente de núcleos sociales donde no existe una seria formación de amor a la naturaleza.
El confinamiento prolongado, aunque por un lado ha provocado un aumento de la violencia doméstica, por otro, ha creado una actitud positiva en el aprovechamiento de la tecnología y el uso de Internet como fuente de superación y sustento económico.
Trescientos sesenticinco días después podemos decir que el mundo ha cambiado de una manera manifiestamente visible. Toca ahora a los gobiernos encontrar estrategias eficaces para detener la propagación del virus, donde asuman la responsabilidad, al evaluar proyectos, de tomar en cuenta y concentrarse en los más prometedores.
Finalmente, al transcurrir un año, la lección más importante que nos dispensa esta pandemia es reconocer, que aún con los bemoles que arrastran las relaciones entre los diversos países, un factor común se ha revelado, y ha sido la capacidad de concentrar esfuerzos, para detener un flagelo que, muy a pesar de sus lesiones, nos ha obligado a ser más consecuentes y mirar con atención e igual respeto, a todos los sectores de la sociedad.
Por: Elena Peralta.